¿Qué le ocurre a mi Deseo Sexual?

En este mundo de estrés, desengaños, discrepancias y un largo etcétera (a veces, innumerable), existe muchísima gente preocupada porque no sabe qué le pasa a su deseo sexual. No saben si éste se ha ido o está jugando al escondite, si quiere decir “adiós”, “cucú” o “hasta luego, Mari Carmen”. Lo cierto es que puede que una de esas personas seas tú, y si es así… este artículo es de tu incumbencia.

No es de extrañar que seas de estas personas preocupadas por su falta de deseo, ya que es un problema muy frecuente y que va en aumento. Son cada vez más las personas, tanto jóvenes como de más edad, las que acuden a consulta con esta preocupación. Y es que esta falta de deseo no distingue entre edades, a pesar de que muchos creamos que son sólo aquellas parejas que llevan mucho tiempo juntas, que están cansadas de verse las caras, que han llegado a una edad en la que la sexualidad “no existe”, etc. las que presentan este problema. Pues no, ¡te equivocas! Todos podemos sucumbir a la apatía sexual en algún momento de nuestra vida.

Además, para que te quede claro, aunque todas las investigaciones señalan que la falta de deseo es uno de los problemas sexuales más frecuentes en la mujer, lo verdaderamente real es que tanto hombres como mujeres podemos vernos afectados por esta apatía sexual. “Nadie está libre de culpa”, ¿no? Pues, tampoco, nadie está libre de verse influido por los estragos de la falta de deseo.

Cuando tenemos inhibido nuestro deseo sexual, lo que nos ocurre es fácil, ya que todos, en algún momento de nuestra vida, lo hemos vivido: “no sentimos interés alguno por mantener cualquier tipo de actividad sexual y tampoco pensamos en el sexo o tenemos fantasías sexuales”. Es cuando empezamos a poner excusas “de dolor de cabeza”, cuando cualquier cosa es más importante que mantener relaciones sexuales con nuestra pareja… Es decir, es cuando limpiar el baño se convierte en algo mucho más interesante que irse a la cama. Definitivamente, este es el momento de decir que ¡el sexo ya no forma parte de tu vida!

Es, entonces, cuando surge en nuestra mente las siguientes preguntas: ¿qué podemos hacer para volver a sentir esa chispa?, ¿qué podemos hacer para volver a sentir ese ardor?, ¿qué podemos hacer para recuperar esa pasión que antes sí sentíamos? Pero, aunque lo primero que se nos venga a la cabeza sea responder a estas preguntas, en realidad, lo primero que tenemos que plantearnos es otra cosa. Es decir, cuando nos falta la pasión y la fogosidad con nuestra pareja debemos cuestionarnos “el porqué de nuestra falta de deseo”. Es a través de esta pregunta cuando encontraremos la clave de nuestra respuesta, ya que, dependiendo de los factores que estén implicados en nuestra apatía sexual, podremos entender mejor qué nos pasa y podremos buscar la solución más idónea.

Los factores pueden ser de diferentes índoles, pueden incluso entremezclarse entre sí. No tiene por qué sólo afectar uno de estos factores, puede que afecten varios a la vez o que uno influya a los demás. Lo cierto es que casi siempre suele ser más complejo que un simple preludio y terminan en una argamasa de argumentos sin conclusión. Así que es importante que tengamos claro cuáles son los factores que pueden afectar a nuestro deseo sexual:

  1. Factores orgánicos: A medida que vamos entrando en edad avanzada, los niveles de hormonas sexuales disminuyen y esto afecta a nuestro deseo sexual. Pues, en nosotras, las mujeres, son todos esos cambios hormonales, que suceden con la menopausia, los responsables de afectar a nuestra sexualidad, ya que disminuyen nuestro nivel de estrógenos y nuestro nivel de andrógenos. Mientras tanto, en vosotros, los hombres, tiene un papel muy importante el déficit de testosterona y el aumento de los niveles de prolactina (es decir, aquello que los profesionales llamamos “andropausia”). Sin embargo, no debemos engañarnos, aunque estos factores nos puedan afectar a nivel orgánico… el deseo es mucho más que una secreción de hormonas y no podemos achacar nuestra apatía sexual únicamente a aspectos fisiológicos. Además, debemos tener en cuenta que nuestra salud afecta también a nuestra sexualidad, así que… si quieres seguir siendo sexualmente saludable, ¡no esperes a cuidar de tu estado de salud y a mantener una vida sana!
  2. Factores psicológicos: En la base de nuestro problema de apatía sexual, en muchas ocasiones, aparecen la ansiedad y el estrés. Y es que… el cansancio que provocan hace mella en nuestro deseo sexual. Además, la ira, el enfado y los problemas de autoestima también suelen llevarnos hasta esta apatía y hacen que desaparezca nuestro deseo. Pero es, sin lugar a duda, la depresión el problema que más afecta a nuestro deseo sexual. Pues, en esta situación, no tenemos ganas de vivir, por lo tanto, es imposible de que tengamos ganas de tener experiencias de cualquier tipo en nuestra vida.
  3. Factores pertenecientes a la relación de pareja: Los conflictos de pareja afectan a las relaciones sexuales, al igual que los problemas sexuales terminan influyendo en la relación de pareja. Cuando existen problemas de pareja, las ganas de estar con la pareja disminuyen y, en consecuencia, las ganas de intimidad también. Además, igualmente está el hecho de que, en una pareja, a veces, lo que funciona para su estabilidad, confianza mutua y buena relación son un obstáculo para el deseo sexual, el cual necesita de cierta dosis de aventura, riesgo y morbo. La rutina y el aburrimiento… ¡son los grandes enemigos del deseo sexual!

Para nuestro deseo sexual es importantísimo no dejar que nos embargue la pereza, la falta de imaginación y el entusiasmo en nuestras relaciones sexuales. Hay que pensar y vivir como amantes de nuestra pareja, día a día. Es fundamental cuidar y mimar nuestra intimidad, ocupándonos de la sexualidad para enriquecerla, divertirnos con el sexo, proponer a nuestra pareja juegos eróticos que nos exciten, compartir fantasías, no dejar de alimentar nuestro deseo con películas, libros y todo aquello que nos estimule sexualmente… ¡Esto es ocuparnos de nuestro deseo sexual!

Además, debemos desterrar de nuestra cabeza la idea de que sólo debemos tener relaciones sexuales cuando la pasión nos desborda. Lo peor para perder nuestro deseo es dejar de mantener actividades sexuales, ya sea solos o acompañados. Que no se te olvide que el deseo hay que alimentarlo. Para que los puedas entender, yo siempre lo comparo con “ir al gimnasio”, ya que funciona de una manera parecida. Esto es, si estamos un tiempo sin ir al gimnasio (o hacer ejercicio), el cuerpo se vuelve perezoso y deja de querer hacer ejercicio. Entonces, llega un día en el que decidimos volver al gimnasio porque es bueno para la salud, porque es bueno para nuestra relación con nosotros mismos, etc. El primer día tenemos una pereza horrible de ir, nos preguntamos una y otra vez “por qué tenemos que pasar por esto”, pero, luego, cuando salimos nos sentimos bien. Así que, al siguiente día, esa pereza se hace menos horrible… hasta que un día nos damos cuenta de que no podemos dejar de ir al gimnasio. Pues el deseo sexual funciona igual, hay que citarlo, hay que provocarlo, hay que usarlo para crear esas ganas.

No lo dudes, ponte manos a la obra. Pon cierta dosis de aventura en tus relaciones sexuales, busca sitos nuevos, cita a tu pareja para una noche especial de placer o utiliza la creatividad para sorprenderos. Todo esto es importante para mantener, rescatar o estimular el deseo sexual (¡y el de tu pareja!).

Desea el deseo, pero, sobre todo, ¡actívalo!

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